Nacida el 29 de mayo de 1892, en el pueblo suizo de Capriasca, llegó a nuestro país a los cuatro años: Argentina, ese lugar lejano que encarnó con puño y letra, y desde donde formó parte de un grupo de literatas latinoamericanas que lucharon no solo por el reconocimiento artístico, sino también por un lugar, como mujeres, en la sociedad que les tocó vivir. Entre ellas, la chilena Gabriela Mistral y la uruguaya Juana de Ibarbourou. Vivió en San Juan, Santa Fe y Buenos Aires. Atravesó una infancia con pocos recursos económicos, lo que la obligó a dejar sus estudios para pornerse a trabajar. Primero como ayudante de su madre modista, y tras la muerte de su padre, como obrera en una fábrica de gorras. Sin embargo, nunca abandonó su deseo de estudiar. Ya en Buenos Aires, egresó como maestra y fue docente en el Teatro Infantil Lavardén y en la Escuela Normal de Lenguas Vivas. En 1917, llegó a ser directora en un colegio de Marcos Paz. Pero fue un año antes cuando publicó su primer libro, La inquietud del rosal, con el que comenzó a forjar su faceta más profunda, viva y con la que sería recordada en la historia de la literatura argentina. Storni también incursionó en la dramaturgia y en el teatro para niños. En 1927, estrenó El amo del mundo, en el Teatro Nacional Cervantes, y en 1931, Dos farsas pirotécnicas. Fue madre soltera en una época que socialmente era inaceptable o reprochable. Ella no se dejó avasallar y puso a relucir su espíritu feminista, también expresada en su lírica. Sus poemas “Tú me quieres blanca”, “Así”, o “La loba” son ejemplos de ello.
“La loba” (fragmento)
Yo soy como la loba.
Quebré con el rebaño
Y me fui a la montaña
Fatigada del llano.
Yo tengo un hijo fruto del amor, de amor sin ley,
Que no pude ser como las otras, casta de buey
Con yugo al cuello; ¡libre se eleve mi cabeza!
Yo quiero con mis manos apartar la maleza.
Mirad cómo se ríen y cómo me señalan
Porque lo digo así: (Las ovejitas balan
Porque ven que una loba ha entrado en el corral
Y saben que las lobas vienen del matorral).
¡Pobrecitas y mansas ovejas del rebaño!
No temáis a la loba, ella no os hará daño.
Pero tampoco riáis, que sus dientes son finos
¡Y en el bosque aprendieron sus manejos felinos!
(...)
Víctima de una enfermedad terminal, se suicidó el 25 de octubre de 1938 en la ciudad de Mar del Plata. Antes de poner fin a su vida, escribió el poema “Voy a dormir”, con el que se despidió de su hijo, de su tierra y, por supuesto, de sus lectores.
Voy a dormir.
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides... Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido...