El género policial presenta, en su forma clásica, un problema deductivo. Ocurre un crimen, se le presentan al lector los detalles y en la última escena el héroe que oficia de detective comunica la solución.
Es un género moderno que —como indica Borges— crea su propio tipo de lector.
Cada hecho que se presenta en el relato policial es dudoso y puede estar incluido con el exclusivo fin de engañar al lector. El narrador mismo no ofrece garantías y por eso es, por lo general, un ayudante del detective y uno no demasiado brillante, además observa hechos que no comprende y no se fija en lo esencial. Si el narrador fuera el detective y el lector asistiera a los procesos mentales de este, la sorpresa final no existiría. Por eso, una buena pieza de género policial contiene dos historias: lo que parece que ocurrió y lo que ocurrió realmente.
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