Parece que Sally y Conrad, tan diferentes como el fuego y el agua, han empujado a su madre, Joan Walden, hasta el límite. El incesante mal comportamiento de Conrad tiene a su madre considerando seriamente enviarlo a una academia militar, una idea sugerida por su adulador vecino y pretendiente, Lawrence Quinn.
Sally, sumamente reprimida pero con caracter, quien ha perdido todos sus amigos por ser demasiado dominante, divide su tiempo entre recriminar a su hermano y crear nuevas listas de cosas que debe hacer en su computadora portátil. Y mientras tanto, su madre trata de mantener la paz en el hogar y al mismo tiempo equilibrar una exitosa carrera como agente de bienes raíces para su hipocondríaco jefe, el Sr. Humberfloob.
Pero el sábado en que es la anfitriona de una fiesta de su compañía, los preparativos de Joan se ven frustrados por las travesuras de Conrad y tiene que imponer un decreto: Sally y Conrad no podrán salir de casa cuando ella está trabajando y tienen prohibido portarse mal o hacer algún tipo de travesura. A los niños no les queda otra que sentarse y ver hacia fuera por la ventana mientras que su niñera, la Sra. Kwan, cabecea en la sala.
Hasta que un invitado sorpresa – el más juguetón y travieso que hay – llega para poner su mundo al revés y demostrarles que “es bueno divertirse... ¡Pero hay que saber cómo!
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